Es
reconocido su poder como vieja conspiradora de los paraísos artificiales.
Reina
del Índico, hacedora de apetitos y nubes mentales, creadora de la euforia,
deformadora del espacio y el tiempo, tejedora de ansiedades y, en ocasiones,
puerta de embarque a los trastornos psiquiátricos. Vasodilatadora. Analgésica.
Olvidadiza. Inspiradora. Excitante o alucinógena. O, sencillamente, marihuana.

Tiene las
propiedades de un árbol edénico, ya que en ella se conjugan, como en ninguna
otra planta, la alquímica potencia del bien y del mal. Humo, hálito, infusión,
embriaguez, hilaridad... Sensual declive de la voluntad. Hábito e indolencia...
Un caso único en la botánica por el amor y rechazo que despliega.

Sus efectos
están descritos desde la arcana medicina china, hace 50 siglos. Presente en los
cinco continentes, los primeros humanos que cruzaron el estrecho de Bering
rumbo a América pudieron haber transportado la semilla, vinculada a ritos
chamánicos y originaria del Himalaya. Otros historiadores acusan a Colón
de ser el primero, pues el cáñamo, además de alimento, era el origen textil de
las velas y cuerdas, y los conquistares debían asegurarse el repuesto.
Su resina
fue el ungüento que otorgaba valentía a las sectas de kamikazes de los
hashashin, en el Irán de la Edad Media (el término 'asesino' se cree que deriva
de este vocablo árabe y que significa 'los que consumen el hachís'). Objeto de
culto de los poetas franceses del XIX o pretexto para guerras imperiales
europeas, la declaración de independencia de Estados Unidos acabó escrita en
papel de cáñamo. Fue la mota (como se la conoce en México) de negros jazzistas
y de mexicanos. Símbolo de la paz hippie o pingüe negocio para los brutales
cárteles de la droga.
"Ha
acompañado la epopeya del nuevo mundo. Merece más respeto y
conocimiento", ha dicho recientemente el presidente de Uruguay, José
Mújica, firme defensor de la legalización, y que a sus 77 años afirma no haber
fumado nunca un porro.
Incluso en la estatua de Colón de Barcelona hay quien ve esculpido su símbolo, como si la hierba por antonomasia, capaz de apropiarse del sustantivo que define a todas las hierbas, reclamara la cualidad colonizadora propia de hombres y ratas.

El debate,
lejos de estar cerrado, aumenta bajo el renovado impulso de la población.
Incluso en el Plan Nacional de Drogas español, que considera un error su
regularización y acusa al "mercantilismo de determinados lobbies",
admiten que éste tenía que eclosionar. Como si el tiempo hubiera propiciado un
estallido al modo de la irrefrenable hilaridad de la droga, con un torbellino
de datos, estudios, lemas, argumentos, intereses y miedos.
"Parece
que el mundo siente un fuerte apetito por el cannabis", concluye un informe del
Observatorio Europeo de las Drogas y Toxicomanías. "Lo que está cambiando
es que la opinión pública es más tolerante con esta sustancia y va por delante
de la legislación", añade Guzmán.

"Representa
un cambio de paradigma", ha dicho el ex presidente mexicano Felipe
Calderón. Incluso la ONU ha recordado a EE UU que debe cumplir los acuerdos
internacionales. "El cannabis es una sustancia que puede tener duros
efectos en la salud y se emplaza a los gobiernos a un firme control sobre esta
sustancia", concluyó la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961.
Por el
momento en esos dos estados la democracia directa ya ha convertido en legal la
tenencia de 28 gramos para los mayores de 21 años, y el cultivo privado de seis
plantas. "Un hito histórico", a juicio de los abolicionistas.

Holanda es
el único país que permite legalmente su venta a pequeña escala, una legislación
que no ha acabado de satisfacer a nadie, especialmente por el fenómeno del
turismo cannábico. El tráfico sigue siendo ilegal en ese país, lo que crea un
sistema de doble filo entre lo vendido y el lugar de donde procede. Mercado
negro y legalidad mantienen una paradójica relación.
En el debate
global se intercambia el fuego cruzado de los derechos civiles, el peligro para
la salud pública, el uso medicinal, en lo que ha venido a llamarse consumo
compasivo, y hasta toca lo religioso como en el caso de los rastafaris (rito
que provenía de la antigua iglesia etíope que incluyó el cannabis como sacramento).
"La
legalización implicaría un mayor consumo asociado, sabemos que las drogas más
consumidas por la población son las legales. Están constatados sus peligros,
como demuestra que es la primera causa de ingreso en urgencias por brote
psicótico entre los jóvenes", explica Francisco de Asís Babín,
delegado del Plan Nacional de Drogas. "No es momento de bajar la guardia.
En los últimos seis años hemos reducido su consumo y aumentado la percepción de
riesgo", añade.
España, a la cabeza en consumo

El proyecto
de Rasquera, por el que el alcalde de este municipio catalán planteó en
referéndum un plan anticrisis mediante el cultivo masivo de marihuana, destapó
un movimiento civil que ha decidido plantar batalla con una alternativa
inusitada y arriesgada, cimentada en los límites de lo legal.

Se da la
circunstancia de que en España hasta tres generaciones (los nacidos entre 1945
y 1999) son consumidores regulares de cannabis, un estrato de la sociedad que
no distingue clases sociales, estudios u ocupación, según un informe de
Proyecto Hombre. Es el cultivo del que se nutren estos clubes, de los que
estima la Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC) que podría haber
centenares activos, especialmente en Cataluña (alrededor de 200) y en Euskadi
(medio centenar). Hay asociaciones que tienen inscritos miles de socios, lo que
no ha impedido que hayan aparecido algunas con aspiraciones más mercantilistas
que sociales.

"Es un
fenómeno social. Soy optimista. Vamos a favor de la historia, ganando en la
lucha de ideas", asegura el portavoz de la FAC, Martín Barriuso, que
defiende un modelo exclusivamente social del consumo del cannabis. Este
histórico antiprohibicionista ya ha sido imputado cuatro veces, pero los jueces
suelen archivar las causas abiertas contra estos clubes. "Solo queremos
seguridad jurídica, luz y taquígrafos", explica.
Se trata de
asociaciones que abogan por una regulación negociada con la Administración, con
garantías legales y fiscales, sin ánimo de lucro, y reduciendo los riesgos
asociados al consumo en el mercado negro. Saben que no es una sustancia inocua,
por lo que piden una normativa que garantice su uso controlado, lo que a su
juicio impediría que los menores se abastecieran tan fácilmente en el mercado
negro.

En la
Asociación Cannábica La Maca, situada en el barrio de Sants de Barcelona, la
mañana del lunes atrae a un irregular devenir de socios, ya que cuenta con 630.
Algunos preparan sus porros, otros se abastecen para su consumo semanal. Un
pequeño mostrador y las bolsitas de marihuana; lo ilícito adquiere aquí cuerpo
de normalidad, y los socios celebran poder acceder a una sustancia no
adulterada y alejada de ambientes que no consideran propios.
"Me
niego a pensar que nosotros y las administraciones juguemos en bandos
distintos. Este es un cambio importante para la sociedad, y por ello en esta
transición nadie debe ganar dinero», alega su presidente, José Afuera, quien es
consciente de que este va ser un proceso largo y delicado y pide
"paciencia".
Según datos
de la propia FAC, "estimados a la baja", la UE podría ganar más
de 8.400 millones de euros anuales mediante la fiscalización. Otros
estudios afirman que el estado español podría obtener 177 millones. Reclaman un
compromiso de los actores sociales y políticos para arrancarle este negocio a
los narcotraficantes y resarcir lo que consideran una injusticia histórica.
La planta
que colonizó la guerra, el léxico, el arte, el comercio, y la paz, quiere
colonizar las leyes. Obcecada en plantearnos las misma dudas que Baudelaire
propuso en Los paraísos artificiales hace más de un siglo:
"¿Qué se siente? ¿Qué se ve? Cosas maravillosas, ¿no es cierto?
¿Espectáculos extraordinarios? ¿Es muy bonito? ¿Y muy terrible? ¿Y muy
peligroso?".
Marruecos y Afganistán, los productores
Los
principales países exportadores de cannabis son Marruecos y Afganistán.
Producen el hachís del que se abastece toda Europa, una sustancia extraída de
la resina de los cogollos de la planta. Según los datos que baraja la ONU, Marruecos
podría ser el país con más hectáreas cultivadas, con 47.400, seguido de
Afganistán (24.000) y México (16.500, estimaciones de EE UU que el gobierno
mexicano niega). Desde 2010 parece que Afganistán se está convirtiendo en el
mayor exportador, ya que extrae una mayor cantidad de resina de sus cultivos, y
goza de una tasa de crecimiento superior.
El cultivo
del cannabis ya ha llegado a ser más rentable que el de la adormidera de la que
se extrae el opio. Los agricultores podrían sacar 9.000 euros anuales,
cifra superior a lo que obtenían con la adormidera (4.000 euros). En Europa es
Ucrania el que podría tener más plantaciones, con 900 hectáreas.
La producción
de hachís se concentra en el Norte de África, Cercano y Medio Oriente, y Asia
del Sudoeste. El resto es territorio de la hierba. El mercado negro mueve
billones de dólares anuales, y los españoles podríamos gastarnos unos 1.163
millones de euros, según algunos informes.
Aurora Soxoca (paciente): "Es una vergüenza que
se nos persiga"
La aplicación medicinal del cannabis se remonta a tiempos remotos, pero en los últimos años la ciencia ha redescubierto su gran versatilidad en el tratamiento paliativo de enfermedades como el cáncer, VHI, artritis, fibromialgia, párkinson o asma, entre otras, y se están patentando fármacos como el Sativex.

Gracias a
los clubes cannábicos (como La Maca) ha conseguido asesoramiento médico y lugar
en el que disponer del cannabis para fumarlo. "Nadie puede tener el peso
moral de decirme que no puedo consumirlo tras 30 años ininterrumpidos
sufriendo. Es una vergüenza que se nos persiga", alega. Gracias
al cannabis ha recuperado una vida relativamente normal. "Ahora hago
deporte, ejercicios de relajación... El paciente debería estar por encima de
las drogas, porque todo medicamento es una droga", sentencia.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada