Comienzo estas disquisiciones sobre las drogas, ese nuevo fantasma que recorre el mundo, con una confesión personal. No fumo, no soy aficionado a bebidas fermentadas ni destiladas, no mateo porque mi hernia hiatal es sensible al débil alcaloide de la yerba y otras de las tantas sustancias del “amargo” o “cimarrón”. Por añadidura, no consumo fármacos que apuren o sosieguen los ritmos vitales o los mecanismos de la mente, cuyas mentidas inocencias esconden un cuchillo debajo del poncho.
Califique el lector como le cuadre esta desafiante afirmación. De todos
modos debo aclararle que “colocado”, en la jerga de los “drogos”, significa que
el sujeto está bajo el efecto de una sustancia que ha alterado su conciencia.
Es fácil advertir en estos días que el tema de las
drogas, que ya venía pisando fuerte, se ha apoderado de la opinión pública
uruguaya a raíz del proyecto gubernamental de despenalizar el consumo de la
marihuana. Conviene, entonces, hacer luces sobre el asunto: definir, describir
y clasificar para ofrecer una visión general sobre la tipología y efectos de
las sustancias existentes en la naturaleza o preparadas en el laboratorio que,
además de actuar sobre la sensibilidad afectiva y las facultades razonantes del
intelecto( estado de ebriedad), inciden también sobre la materia orgánica y
organizada del cuerpo humano (estado de intoxicación). Claro que el eje central
de estas notas son los productos extraídos del cáñamo: la marihuana y el haxix,
que en árabe quiere decir “hierba”.Voy a desarrollar, ampliamente y en el
momento oportuno este punto que, en puridad, constituye la columna dorsal de mi
exposición. Pero antes debemos situar la grifa, o maría, como se le dice en
España, o mota, como se le llama en algunas regiones de México, es decir, la
tan llevada y traida marihuana, en el marco general de las drogas y la
drogadicción.
Errores, confusiones, ignorancias
Existe una gran desinformación y desconocimiento del
tema, por más que los medios de comunicación, tesoneramente, nos den cuenta de
las tropelías y crímenes cometidos por los reales o presuntos consumidores de
la “pata base”, propia de los estratos mas bajos de la pirámide social.
Los periodistas que informan con seriedad estudiosa y los que improvisan en la marcha, al golpe de balde, cuentan en este momento con un amplio espectro de lectores y oyentes. Durante muchas semanas, sin duda, los mass media van a criticar o aplaudir la entrada del cannabis en el gran circo del interés público nacional. Yo tambien me sumaré desde las columnas de Bitácora a los comentaristas. Pero será desde otro punto de vista y con una larga experiencia sobre el tema. Nombro un lugar y una fecha como referentes iniciales: desierto del Gobi, Mongolia interior, China, 1965. A partir de un memorable episodio provocado por un poderoso alucinógeno, la amanita muscaria, tuvo inicio mi interés sobre los estados alterados de conciencia.
En consecuencia, voy a referirme, con la mayor
claridad posible, a un fenómeno social y cultural muy antiguo- hay testimonios
sobre la drogadicción ceremonial desde el Paleolítico medio- que en el mundo de
la globalización y el consumo -el nuestro está asumiendo nuevos caracteres y
reclutando nuevos adictos. Y trataré de hacerlo sine ira et studio, como decían
los romanos, sin aprobar ni condenar, procurando relacionar y explicar los
fenómenos, es decir, las apariencias tras las que se esconden las esencias, al
margen de mis afectos y convicciones personales.
Y como yapa, agrego una aclaración que va más allá de
la etimología. La voz fenómeno, en griego phainómenon, se refiere a lo que
aparece ante nosotros como un fogonazo (phós, photós) y que como tal deslumbra,
impidiendo ver el noumenos, la cosa en si, la realidad que se oculta tras el
aspecto inmediato de las cosas. El Aparecer no equivale al Ser, y esta
diferencia ontológica es la que separa el saber popular del saber científico,
la noción vaga del concepto firme, el rumor del conocimiento.
La desinformación de los pueblos y los gobiernos acerca de la tipología y efectos de las drogas es colosal. Aunque la drogadicción constituye una creciente realidad cotidiana en nuestro país en particular y en las demás naciones en general, no existe un aparato informativo fidedigno que ayude a situar el problema en sus marcos precisos. Librado a la represión policial – el adicto en tanto que delincuente- o a la terapia medicinal – el adicto en cuanto que enfermo- la droga se ha convertido en un tabú maléfico para los sectores mayoritarios de la sociedad. Por su parte, los transgresores, aquellos que la han elevado a la condición de tótem supremo, constituyen, según los valores morales del gran público, una logia perversa, merecedora de la reclusión cuando no del exterminio.
Qué es una droga
Droga es una voz polisémica, o sea que posee diversos
significados a partir de un solo significante. Desde el punto de vista genérico
una droga consiste, según el Diccionario de la Real Academia Española, en una
sustancia de origen vegetal, mineral o animal utilizada en la medicina,
industria o en las bellas artes. En sentido figurado, entre otras cosas, droga
es un embuste, una trampa, un ardid, algo molesto o desagradable, etc. Pero las
drogas que nos atañen y a las que me voy a referir en este micro-estudio son
aquellas sustancias, ya naturales, ya preparadas en el laboratorio, que alteran
la percepción, la afectividad, la corriente del pensamiento, la conciencia en
suma, a lo que se agrega, según sean dinamógenas, sedantes o alucinógenas, una
serie de repercusiones orgánicas de diversa entidad.
Si nos dirigimos a las fuentes de las palabras
obtendremos datos más precisos.
Si nos trasladamos al área ocupada por los pueblos
célticos allí se denominaba droga a un comestible de mala calidad: el droch
irlandés, el drwg bretón y el drug galés, que trasmitió su grafía al inglés,
expresan esa idea en los distintos matices dialectales,
Como antes dije una droguería es llamada tambien farmacia. La voz phármacos, en griego, significa “lo que tiene el poder de trasladar o remover impurezas”. Un fármaco, consumido según las dosis correctas, cura. Pero si se traspasan los límites permitidos puede dañar gravemente o matar. No se trata de un ente de por si benéfico o maléfico. Es preciso saber manejarlo.
Desde el fondo de los tiempos.
El consumo de drogas tiene profundas raíces
históricas. Se han encontrado sustancias psicoactivas en el polen de varias
especies de flores que rodeaban el cadáver de un Neanderthal en la cueva de
Shanidar, Irak, depositado allí hace 60.000 años. (¡Cuánta ternura, amigos!
Aquellos paleoantropinos no eran tan bárbaros como lo somos hoy en día.) Los
constructores de los mal llamados palafitos suizos – los pilotines no estaban
en el agua sino que sostenían las plataformas que aislaban las casas del
merodeo de las bestias- consumían, en la Edad del Hierro, productos vegetales
que alteraban los estados de conciencia, como lo han demostrado los
arqueólogos. En la India, el famoso soma védico, parece haber estado
constituido por diversas sustancias, entre las que figuraba el cannabis indica,
una de las variedades de “Doña Rosa” o “María Juana” - Marihuana- , que América
la recibió de los invasores hispánicos, según algunos historiadores, o de los
negros esclavos africanos, según otros.
Las pitonisas y sibilas de la antigüedad greco-romana
hacían volar sus espíritus y hablar a los oráculos mediante el uso del kykeon (
procedente del ergot, el cornezuelo del centeno), presente en Eleusis, donde la
participación en los Misterios quitaba a los iniciados, para siempre, el temor
a la muerte.
En Chavin de Huántar, Perú, se utilizaban sustancias
psicoactivantes 1.000 años antes de nuestra era. Raichel- Dolmatoff, un
eminente antropólogo austríaco que trabajó en Colombia , atribuía la
reiteración de las figuras de jaguares y serpientes en las esculturas de
diversos santuarios prehistóricos sudamericanos al uso de ayahuasca(“cuerda del
alma de los muertos”, o “ bebida de los muertos”, en quechua) llamada en otras
zonas de nuestro continente yahé, natema, caapi, pandé, y de muchos otros modos,
tan amplio es su habitat tropical y tan extendido su uso con fines rituales
entre los indígenas. Dicha liana produce, al finalizar su efecto, la aparición
de aquellos animales en la atormentada psiquis del usuario, al que persiguen
con saña.
Los chamanes de todas las latitudes, si bien su nombre es siberiano con antecedente indostánico (samana), emplean alucinógenos para realizar sus viajes al Mas Allá y desde esa atmósfera sagrada hacer curaciones, predecir acontecimientos y aliviar los males del alma sin la asistencia de Freud ni la mitología del diván.
Las drogas, en definitiva, son como el telón de fondo
o el basso continuo que han acompañado a las civilizaciones y culturas que en
el mundo son y han sido. Ellas están presentes en las ceremonias religiosas (el
vino de la misa ¿o no?), en las prácticas adivinatorias, en la terapia de las
enfermedades, en las sesiones de magia, en la alegría báquica de las fiestas y
los excesos de las orgías, en la etiqueta de la sociabilidad tribal y
civilizada, en los ritos de iniciación y ceremonias de paso de todos los
pueblos y de todos los tiempos.
Estamos recién en el comienzo de esta feria de
verdades y fantasías. Seguiremos en el trillo.
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