La penalización de la marihuana desde la mirada de salud pública no se
justifica. No es una sustancia mortal como otras drogas. La ciencia ha derrumbado
todos los mitos que existen en torno a esta. Los argumentos para prohibirla no
tienen ningún sustento serio.
En una sustancia que no reviste peligro de alta gravedad, el estado debe
advertir sobre los efectos de consumirla, pero no penalizar su consumo. Por
ejemplo, si una persona consume grasas todos los días, podría a la larga tener
problemas de salud. En este caso, el estado debería indicar las consecuencias
del consumo excesivo, pero sería poco razonable criminalizar a quienes consumen
choripanes o hamburguesas de McDonald. No obstante con la marihuana así sucede.
Se puede estar en contra del consumo de marihuana, y a la vez ser partidario
de su despenalización, ya que el debate no es si esta es buena o mala, sino si
es razonable o no criminalizarla.
Prohibir que alguien fume marihuana, es atentar contra la libertad
individual. El estado solo debería intervenir represivamente cuando los actos
de una persona afecten directamente a la comunidad. Es ridículo que el
Estado transforme en un vil delincuente a una persona adulta, que en su
sano juicio, un fin de semana en la tarde, en su casa, se fuma un pito de
marihuana con su pareja. De lo que una persona haga en su vida privada, y
no afecte directamente a otros, solo debe rendir cuentas ante su dios o
ante su conciencia, pero jamás ante el estado.
Nuestras leyes en este sentido son brutalmente represoras. La marihuana fue
equiparada jurídicamente a drogas como la cocaína o la heroína. Portar una
colilla de marihuana en la billetera en un aeropuerto o un bus, puede ser
motivo suficiente para ser tirado al suelo, esposado e interrogado como un
asesino. Todo por una colilla en la billetera.
La dura penalización no ha tenido ni siquiera resultados en bajar el
consumo. Chile tiene las leyes más brutales en esta materia, y paralelamente el
más alto consumo de marihuana de Sudamérica.
La lucha contra el narcotráfico ha sido un verdadero festival de fracasos.
El cuento es el mismo: la gente pide más mano dura, los gobiernos acceden,
gastan millones de dólares, llenan las cárceles de traficantes y consumidores,
pero la cosa continúa igual.
El único efecto concreto que ha tenido la penalización, son poblaciones
tomadas por bandas de narcos. El negocio de los traficantes está ahí, en la
penalización. Es esto lo que les da vida. El narcotráfico existe por la
penalización.
Si la marihuana estuviera despenalizada, y un adulto pudiera cultivar su
propia planta para fumar tranquilo en su casa, no tendría que salir a comprársela
al traficante. Con esto se le acabaría el negocio. Permitir el autocultivo
de marihuana sería el más grande golpe al narcotráfico en nuestra historia.
Como sociedad debemos ser capaces de debatir seriamente este tema.
Por eso es muy valorable lo que ha hecho el senador Fulvio Rossi al lograr
abrir una discusión que nadie se había atrevido a abrir. Haciéndolo además con
un acto de valentía y consecuencia, que en una sociedad hipócrita como la
nuestra, es algo digno de aplauso.
El gobierno ha respondido a esta invitación de una manera populista y poco
seria. Han salido desde un altar moral poco creíble a apuntar al senador Rossi
en vez de hacerse cargo del debate.
El desafío hoy está en saber elegir entre asumir una postura seria y abrir
este debate, o continuar de manera populista asumiendo que las cosas se están
haciendo bien, mientras se atropella la libertad y los narcotraficantes siguen
mandando. Eludir este debate, es una irresponsabilidad.
Un Articulo de Daniel Manouchehri
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