dilluns, 1 d’octubre del 2012

Oliver Stone: Para el ganador de tres Oscar, las políticas represivas han fracasado, por lo que es hora de enfrentar el problema….



El último filme de Oliver Stone aborda el narcotráfico desde la mirada de un grupo de jóvenes vendedores de marihuana. El cineasta la consume desde hace cuatro décadas y es un impulsor de su legalización, además de un duro crítico de la política antinarcóticos estadounidense. 

Vietnam era el infierno. Un día salvabas el pellejo pero el siguiente podías terminar mutilado o, con suerte, abatido por un certero balazo del Vietcong en la frente. Oliver Stone estuvo allí y supo transmitir el horror de vivir en la antesala de la muerte en sus premiados filmes Pelotón y Nacido el 4 de julio.

Pero sobrevivir no fue fácil. En las tardes de calma, él y otros soldados se entregaban al ocio con un cigarrillo de marihuana entre los dedos. “Un montón de chicos la usaron para mantenerse en contacto con ellos mismos”, contaría muchos años después. “En esa época de mi vida, fue como un salvavidas. Marcó la diferencia entre mantenerte humano o convertirte en una bestia”.

Stone lleva cuatro décadas consumiendo cannabis y, al mismo tiempo, dirigiendo algunas de las cintas más impactantes de la cinematografía mundial. Pero esta vez, la yerba –su consumo, su distribución, el mundo que florece a su alrededor– es el tema principal de su última película.

La atención que concitó su estreno permitió al director volver a hablar de un viejo tema del cual se ha convertido, sin proponérselo, en un vocero: la legalización de la marihuana.

Años de excesos

“Yo era un buen soldado. Fui condecorado. No era un vago”, contó Stone en la entrevista en la que recordó sus primeros escarceos con la yerba, en Vietnam. “Muchos chicos se emborrachaban y cometían matanzas. Los que nos drogábamos éramos más conscientes del valor de la vida”.

Para los años 70, sus gustos se habían decantado hacia la cocaína, la droga de moda por entonces. Era un guionista reputado en Hollywood; en 1978 ganó el Oscar por la historia de Expreso de medianoche. En 1982, escribió el guión de Scarface (Caracortada) mientras trataba de escapar de esa adicción. El mito dice que tuvo que irse a París para alejarse de las malas compañías y así poder acabar la historia. Su retrato de un traficante cubano que construye un pequeño imperio gracias al polvo blanco –elaborado luego de una minuciosa investigación en el mundo del hampa de Miami– se ha convertido en un clásico del género.

Lejos de la cocaína, Stone siguió consumiendo todo tipo de sustancias. El rodaje de Asesinos por naturaleza (1994) es recordado por los viajes que se metía el director gracias a los hongos alucinógenos. (En una ocasión, buscaba una locación junto a la productora y un auto de la Policía le ordenó detenerse por exceso de velocidad; Stone, empachado de setas, hundió el pie en el acelerador y huyó entre risas nerviosas). Muchas escenas del filme recogen esa atmósfera de un mundo alucinado.

La represión fracasó

Pero más allá de las anécdotas, el director de JFK y Un domingo cualquiera siempre ha enfatizado que su afición por los estimulantes y alucinógenos nunca ha sido un problema para su trabajo como creador. “He consumido marihuana durante toda mi vida, pero puedo estar sin ella durante semanas. No soy un adicto, pero me gusta”. En otro momento dijo: “Creo en el LSD, la mescalina, las setas y la ayahuasca. El éxtasis también es genial”.

Al mismo tiempo, Stone ha sostenido un discurso muy crítico de la forma en que Washington ha enfrentado el problema del narcotráfico. Hace unos días, durante la presentación de Salvajes en el Festival de San Sebastián, afirmó: “Hace 42 años que (los norteamericanos) empezamos a hacer la guerra contra las drogas y ahora hay más drogas, más baratas y mejores que nunca [...] Estados Unidos no utiliza la guerra contra el narcotráfico para luchar contra las drogas y la violencia que genera sino para espiar a otros países”.

Para el ganador de tres Oscar (por Expreso de medianoche, Pelotón y Nacido el 4 de julio), las políticas represivas han fracasado, por lo que es hora de enfrentar el problema legalizando el consumo y regulando la venta. “Hay que comenzar con la descriminalización del consumo”, dice.

 En ocasiones, suele recordar la camaradería que vivía con otros soldados en aquellas jornadas en Vietnam, sobreviviendo al infierno aferrados a una pipa o a un cigarrillo. “Hace mucho tiempo reflejé en Pelotón cómo la gente podía vivir bien con drogas”. Él es un ejemplo, dice.

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