Una semilla de colores pardos, pequeña, de unos de 3 milímetros. Se
siembra en la tierra, se riega, germina. Al poco tiempo brotan las
primeras hojas tornándose al sol. Su forma estrellada, famosa en el
mundo, ha servido como símbolo tanto de prohibición como de
reivindicación. Es una planta de marihuana, cannabis, cáñamo, maría,
macoña, marijuana, weed o como se quiera, y es ilegal.
Pero su ilegalidad ha sido puesta en juicio reiteradas veces en el
último tiempo. De hecho, son cada vez más los estados y países que
prefieren regular su consumo y sacarla de la clandestinidad. Es que no
se puede hacer oídos sordos a datos cada vez más contundentes sobre la
realidad del consumo, sus propiedades medicinales y los problemas entre
ilegalidad y narcotráfico.
Según las Naciones Unidas, la marihuana es la sustancia ilícita más
consumida en el mundo. En 2004, se estimó que aproximadamente el 4 por
ciento de la población mundial adulta (162 millones de personas)
consumían marihuana anualmente, y alrededor del 0,6 (22,5 millones) lo
consumían a diario.
Es que esta planta, considerada sagrada en varias culturas, ha
acompañado a la humanidad desde tiempos remotos. Los primeros registros
que se tienen de su uso, datan del 2737 A.C. en China. Su condición
divina y curativa, tiene una gran presencia en otras culturas de
oriente, especialmente en la India, así como en los países árabes,
especialmente en Egipto y Marruecos.
La prohibición que actualmente ronda a esta planta no cuenta con más
de 75 años. Fue impulsada por Gran Bretaña junto con la prohibición del
opio en un intento por controlar las tradiciones de las masas populares
en sus colonias, especialmente en Egipto, quienes se resistían a la
introducción de la costumbre etílica inglesa, enarbolando la cannabis
como símbolo de resistencia.
Pero lo cierto es que, la prohibición de la producción y consumo de
esta planta, terminó por consolidarse por cuestiones económicas.
Intereses particulares para detener el auge y desarrollo de la industria
del cáñamo, como fibra de gran utilidad y escaso coste, gracias a los
nuevos adelantos técnicos, hicieron que se manifestaran las influencias
de los productores de algodón en el gobierno estadounidense. Bajo este
escenario es que en 1937 se promulga la “Marijuana Tax Act”, extendiendo
la prohibición, mediante campañas y propagandas del terror asociadas a
sus efectos nocivos para la salud y sociedad, al resto del mundo.
En la actualidad, son múltiples los estados que cuestionan los reales
favores de la prohibición y las políticas anti drogas. ¿Es que acaso
una planta, que ha traído tantos beneficios a la humanidad, puede
permanecer en la clandestinidad por tantos años y bajo argumentos
infantiles e intencionados?
Y cuando me refiero a sus bondades no hablo sólo del uso terapéutico y
recreacional, permitido y regulado por el Estado. Este paso ya se está
dando bajo la escusa del uso medicinal de sus compuestos y ha sido la
puerta para comenzar a abrir la posibilidad de despenalizar su consumo
en Estados Unidos, mientras que otros países como España, Holanda y
Argentina ya llevan la delantera, en entender el consumo como una opción
personal y libre de cada individuo.
Me refiero, más bien, a lo absurdo de condenar a una planta a la
clandestinidad. Es como si, de pronto, nos orientáramos a prohibir todas
las especies vegetales y animales que tiene algún efecto psicotrópico,
estimulante, alucinógeno, lisérgico, aletargante, narcótico, etc. Que
abundan en la naturaleza. Entonces, de pronto, nos veríamos llevando a
la extinción a especies de anfibios, cortando lianas en la selva para
eliminarlas, erradicando hongos, flores y cactus alrededor del mundo. ¿A
caso tenemos el derecho de calificar como inapropiado alguna
consecuencia que ellas puedan tener en la psique y el cuerpo humano? ¿No
sería más sabio y prudente conocer sus efectos, dosis, usos y contextos
para entregar información apropiada a los usuarios?, considerando que
de una u otra manera se las arreglan para alcanzar estas sustancias.
Cada especie en la tierra tiene un propósito y unas cualidades.
Sirven al ser humano en cuanto éste logre entender su espíritu, sus
beneficios. Culturas milenarias vieron en el cannabis efectos benéficos
para la salud, los que hoy son comprobados científicamente por su
eficacia en variados ámbitos médicos como: la disminución de las nauseas
producidas por tratamientos como la quimioterapia, estimular el apetito
en pacientes con anorexia y reducir la presión ocular asociada al
glaucoma. Es un potente inmunomodulador, neuroprotector y
anti-inflamatorio por lo que es ideal para enfermedades neurológicas y
auto inmunes. Reduce el miedo, los temblores, el insomnio y tiene
numerosos efectos positivos en personas con esclerosis múltiple.
Estudios sugieren que puede ralentizar otras enfermedades neurológicas
como el Alzheimer. Además, una investigación reciente ha mostrado que el
cannabis puede tener efectos muy beneficiosos contra el cáncer. El
principio activo del hachís se ha mostrado capaz de acabar con las
células cancerígenas, de matarlas y, al mismo tiempo, mantener vivas las
que están sanas.
Si en mi jardinera y entre mis hierbas tengo, melisa, menta, orégano,
caléndula, salvia, manzanilla, malva rosa, hierba buena, con las que
puedo hacer infusiones a diario para calmar distintos males, ¿acaso no
debiera tener una gran mata de marihuana, para aprovechar su infinidad
de beneficios médicos? ¿Qué me lo impide? ¿Una ley? ¿Inventada por
quien? ¿Para que? ¿Con que fin? ¿Con que lógica?
Claramente las políticas represivas y prohibicionistas no han logrado
avanzar en sus objetivos. Por el contrario, han provocado males aun
peores que los que se les atribuyen a la marihuana. Principalmente, la
clandestinidad a la que se someten los consumidores y el mercado negro
asociado a bandas de narcotráfico que se dedican a la comercialización
del cannabis a cambio de elevadas sumas de dinero. Tal parece que, más
que beneficiar a la humanidad, las leyes antidrogas son un buen negocio
para unos pocos y un gran mal para quienes se ven envueltos en sus
redes.
Por suerte, la tendencia parece indicar que estamos cada vez más
cerca de despenalizar y regular la producción y el consumo de marihuana.
Uruguay ha sido de los últimos países en dar este gran paso y la lógica
apunta a seguir en aquella dirección, donde cada individuo es libre y
responsable de sus decisiones como consumidor. Que los recursos
utilizados en la fiscalización actual sean destinados a causas más
pertinentes y meritorias. Que sean destinados a la educación de seres
humanos autónomos, conscientes y capaces de discernir sin imposiciones
foráneas, para un mundo más sano, libre y respetuoso.
Noticia: http://radio.uchile.cl/columnas/181934/
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada