
Según las Naciones Unidas, la marihuana es la sustancia ilícita más consumida en el mundo. En 2004, se estimó que aproximadamente el 4 por ciento de la población mundial adulta (162 millones de personas) consumían marihuana anualmente, y alrededor del 0,6 (22,5 millones) lo consumían a diario.

La prohibición que actualmente ronda a esta planta no cuenta con más de 75 años. Fue impulsada por Gran Bretaña junto con la prohibición del opio en un intento por controlar las tradiciones de las masas populares en sus colonias, especialmente en Egipto, quienes se resistían a la introducción de la costumbre etílica inglesa, enarbolando la cannabis como símbolo de resistencia.

En la actualidad, son múltiples los estados que cuestionan los reales favores de la prohibición y las políticas anti drogas. ¿Es que acaso una planta, que ha traído tantos beneficios a la humanidad, puede permanecer en la clandestinidad por tantos años y bajo argumentos infantiles e intencionados?
Y cuando me refiero a sus bondades no hablo sólo del uso terapéutico y recreacional, permitido y regulado por el Estado. Este paso ya se está dando bajo la escusa del uso medicinal de sus compuestos y ha sido la puerta para comenzar a abrir la posibilidad de despenalizar su consumo en Estados Unidos, mientras que otros países como España, Holanda y Argentina ya llevan la delantera, en entender el consumo como una opción personal y libre de cada individuo.

Me refiero, más bien, a lo absurdo de condenar a una planta a la clandestinidad. Es como si, de pronto, nos orientáramos a prohibir todas las especies vegetales y animales que tiene algún efecto psicotrópico, estimulante, alucinógeno, lisérgico, aletargante, narcótico, etc. Que abundan en la naturaleza. Entonces, de pronto, nos veríamos llevando a la extinción a especies de anfibios, cortando lianas en la selva para eliminarlas, erradicando hongos, flores y cactus alrededor del mundo. ¿A caso tenemos el derecho de calificar como inapropiado alguna consecuencia que ellas puedan tener en la psique y el cuerpo humano? ¿No sería más sabio y prudente conocer sus efectos, dosis, usos y contextos para entregar información apropiada a los usuarios?, considerando que de una u otra manera se las arreglan para alcanzar estas sustancias.
Cada especie en la tierra tiene un propósito y unas cualidades. Sirven al ser humano en cuanto éste logre entender su espíritu, sus beneficios. Culturas milenarias vieron en el cannabis efectos benéficos para la salud, los que hoy son comprobados científicamente por su eficacia en variados ámbitos médicos como: la disminución de las nauseas producidas por tratamientos como la quimioterapia, estimular el apetito en pacientes con anorexia y reducir la presión ocular asociada al glaucoma. Es un potente inmunomodulador, neuroprotector y anti-inflamatorio por lo que es ideal para enfermedades neurológicas y auto inmunes. Reduce el miedo, los temblores, el insomnio y tiene numerosos efectos positivos en personas con esclerosis múltiple.
Estudios sugieren que puede ralentizar otras enfermedades neurológicas como el Alzheimer. Además, una investigación reciente ha mostrado que el cannabis puede tener efectos muy beneficiosos contra el cáncer. El principio activo del hachís se ha mostrado capaz de acabar con las células cancerígenas, de matarlas y, al mismo tiempo, mantener vivas las que están sanas.

Claramente las políticas represivas y prohibicionistas no han logrado avanzar en sus objetivos. Por el contrario, han provocado males aun peores que los que se les atribuyen a la marihuana. Principalmente, la clandestinidad a la que se someten los consumidores y el mercado negro asociado a bandas de narcotráfico que se dedican a la comercialización del cannabis a cambio de elevadas sumas de dinero. Tal parece que, más que beneficiar a la humanidad, las leyes antidrogas son un buen negocio para unos pocos y un gran mal para quienes se ven envueltos en sus redes.

Noticia: http://radio.uchile.cl/columnas/181934/
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